miércoles, 1 de abril de 2009

Juan Pablo II, el amigo de Rusia
















Cuando miro en el oratorio de mi casa el Icono de la Virgen de Kazán que lo preside, me acuerdo de Juan Pablo II, que tuvo la más antigua y venerable copia de este icono en su habitación por largos años y no pudo traérnosla personalmente a Rusia. Me acuerdo de él y tengo la seguridad de que precisamente por no haber podido venir a esta tierra en vida, se cuidará de ella especialmente desde el cielo.

A Juan Pablo II le tengo una especial veneración, entre otras cosas porque él me formó la cabeza: durante años le he leído continuamente, especialmente cuando trabajé en mi tesis doctoral sobre él (¿en el cielo se pueden terminar tesis doctorales?). Además el idilio continuó cuando dediqué no poco tiempo a publicar en español su obra sobre el matrimonio.

Luego, el día antes de venirme a Rusia, pude pedirle la bendición después de concelebrar con él en el apartamento pontificio. Con un poco de frescura le pedí su bendición para venir a Rusia y que luego, cuando él ya estuviese en el cielo, siguiese ayudándome. Él me dió la bendición. Y no dijo nada del cielo.

Era el 28 de Noviembre del año 2002. Unos meses antes Juan Pablo II había coronado su obra en favor de Rusia creando cuatro diócesis católicas. Muchos años antes, especialmente mediante la consagración del mundo a la Virgen de Fátima, pero también con su continuo desvelo personal por Rusia, él contribuyó personalmente a la caída del comunismo. La visita de Gorvachov al Vaticano, fue un cambio epocal. La visita que Gromiko había realizado bastantes años antes fue también importante: significó el final de la Ostpolitik. Rusia le debe mucho a Juan Pablo II.

Pero, aparte de la Consagración, lo más importante que hizo por nosotros fue la creación de las cuatro diócesis católicas rusas. Eso se lo agradeceremos "los rusos" por muchos siglos. Parece que al crearlas pudo haberse empleado un poco más a fondo el arte de la diplomacia. Quizá por eso hubo algunas reacciones al suceso (algunos sacerdotes y un obispo expulsados de Rusia). Pero lo importante es lo que queda:

1.- Los católicos de Rusia somos católicos normales, con obispos normales en diócesis normales.

2.- Los católicos de Rusia vivimos en Iglesias particulares plenas en comunión con Roma. Nosotros somos Iglesia. Tenemos todos los medios de salvación, somos Iglesias locales, como las que fundaron los apóstoles, como las que fundó Pablo.

3.- Los católicos de Rusia tenemos el futuro asegurado en el seno de la Iglesia Católica: las diócesis se crean y una vez creadas no se "descrean". Eso es un gran motivo de esperanza y de seguridad en nuestro futuro.

Tengo guardados dos trozos de una sotana de Juan Pablo II que me regaló (por correo) el Cardenal Dziwisz. Mañana, en el aniversario de la muerte del Papa que más ha amado a Rusia, los besaré con mucha devoción y le pediré al Señor que Juan Pablo II sea pronto beatificado y pueda exponer las dos reliquias en mi parroquia y puedan venerarlas los rusos.



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